Conciencia Alondra®

Vivir con conciencia

Cada día se hace más necesario ampliar la forma en la que percibimos, entendemos y sentimos todo lo que nos rodea. El juicio social es tan inmenso que apenas da lugar a la reflexión sobre las diferentes capas que dan lugar a una situación vital. Formas de ver el mundo hay muchas, tantas como personas. Formas de interpretar la realizar y de analizarlas también, tantas como conciencias.

Entonces, qué es la conciencia y para que la queremos. Sinceramente, y después de darle muchas vueltas y salir de cualquier forma creada de conciencia, para mí, la conciencia es la forma más o menos profunda en la que nos vemos a nosotros mismos, al mundo y a los demás. Diferentes niveles de información que conforman una misma situación. Verlo, sentirlo y escucharlo a diferentes frecuencias en función de nuestra evolución y trabajo personal.

Por eso, trabajar en la autoconciencia y percepción sutil de la realidad se hace necesario para alcanzar la libertad personal. Hay niveles, hay una profundidad y hay una capacidad o virtud extrasensorial, la clariconciencia. Verdades súbitas de lo oculto tras las situaciones o los demás.

Para llegar a ella, el camino es trabajar y trabajar en varios horizontes: la emoción escondida en cada acción, el pensamiento que lo acciona, la moral, creencia o dogma que lo origina, el miedo oculto, la malla de realidad que lo tiene activo, el ego escondido, la carencia y las diferentes manifestaciones de la situación en sus dos vertientes, el bien y el mal o lo correcto e incorrecto de cada situación:

El mal: tiranía, sometimientos, manipulaciones, narcisismo, dominación,,, el daño moral que esconde la situación o persona.

El bien: la generosidad, la amabilidad, el corazón, el amor, la emoción positiva que quiere integrar la situación o persona.

Ambas siempre forman parte de una situación o intención con las personas con las que nos relacionamos.  Siempre hay dos actores, el bien y el mal. Definido por un desde dónde se hacen las cosas, porque siempre hay una intención.

Son estos los puntos a limar, a trabajar en nosotros mismos para ir aumentando la conciencia, la propia y la de los demás. Para eso, se necesita unas grandes dosis de sinceridad con uno mismo, reconocimiento y conocimientos del ego, de las carencias de uno mismo, de los excesos, de lo que pretendemos, de nuestro mal y nuestro bien. Y entender el del otro sin ningún tipo de juicio. Porque entonces, todo está bajo un mandato moral que va a condicionar constantemente nuestra conciencia y a opacar su claridad  y profundidad.

La conciencia es mucho más que charlas de donde se quiere estar y un juego de proyecciones psíquicas. La conciencia está en todo, en dónde estamos, en desde dónde estamos, hacia dónde, cómo, etc.. es una continua reflexión personal de nosotros y nuestra situación con todo o de todo con nosotros.

Una de las primeras cosas a soltar para comenzar a vivir con conciencia es aceptar que tenemos de todo menos autoconciencia. Sí, pensamos, pero eso no significa que tengamos ni mucha ni poca conciencia, igual está todo creado para que no se llegue a tener esa propia autoconciencia de las cosas. Esto es humildad para comenzar a respetarnos  y respetar la conciencia de los demás. Aumenta un poco la profundidad de la conciencia, pero seguimos sin tener un mayor nivel de conciencia, solo una apertura mayor a la entrada de una nueva conciencia, pero no una mejor conciencia. Por eso, es mejor no creerse películas externas y creernos que tenemos una mayor conciencia (ego superior como forma de autovaloración y reconocimiento) y trabajar sobre nuestra propia película y experiencia, al final nuestra propia referencia sin pretensión de ser ni de parecer ni de pertenecer ni de desear, simplemente vivir con conciencia, nuestra propia conciencia.

Saray a través de Conciencia Alondra.